Llevo muchos años viviendo sobre la faz de la tierra
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice...
Y la luna es mi amada eterna...
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice...
Y la luna es mi amada eterna...
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
Si es así...Sigue mis pasos...En este mundo que ante ti se abre..
jueves, 17 de noviembre de 2016
Voy a hacerte una pregunta: ¿De dónde caen tantos corazones rotos
a mi mesa?
Pues te respondo ya...: Hay besos que terminan en una desolación
ajena, donde el alma no perdona tanta ingratitud, o se desangra
a hurtadillas, como escapando de la inevitable barbarie que va labrando
el tiempo con sus uñas largas y su pelo quebradizo. Así empieza esta
historia de amor o desamor, tras una encrucijada, bajo un sol abrasador,
decolorando pasiones o el milagroso refugio donde se esconden la hierba
que ha dejado de crecer, o el látigo que castiga con fiereza inusitada.
Nos dijimos un hola, se perpetró un adiós. Voy a terminar pronto esta
historia, pues los dedos se hunden cada vez más en este huidizo
ordenador. Pasaron semanas y la saludé con una rosa amarilla y una
flor de nácar, me dio una sonrisa, y con los labios pintados besó mi
rostro pálido de promesas incumplidas. Cerré filas con mis ojos,
la miré y me fui, dejando sobre ella una inquietud, una zozobra. Caminé
raudo, casi fugitivo, despisté a todos los que me vieron pasar, poniéndome
una gorra que me cubría de todo pecado inquisidor, así creía yo, así
supe como ingeniármelas para abrir puertas donde sólo había ladrillos
o piedra disecada.
Ella no dio señales tras varios meses, y cuando la vi en una parada
de autobuses, estaba en gestación, caí de rodillas como una sola
muerte, se decapitó mi esperanza o el presagio de creer
que todo sucedería como los juramentos de los que no hablan, esos
que tienen a la palabra como último recurso, y que sólo transmiten
su universo cuando la mirada no miente, y la sonrisa es ingenua,
o el hola es un proverbio, o el adiós, nuestra propia conciencia.
Así pensaba yo, ella me divisó apenas se me puso pálida la pupila
más sagrada, la del alma, se acercó, me besó nuevamente el rostro,
me habló al oído: "te amo, nunca regreses más", algún día sabrás
porqué escogí carroña y no un corazón que caminaba de puntillas
junto a mí. Se me calmó los nervios, pero ella aceleró el paso. Subió
a su ómnibus, quedé absorto, traté de correr para mirarla nuevamente
a los ojos, pero no pude. A lo lejos, ni siquiera miró, pensé que traía
la cabeza agachada, sí, estaba alicaída, y el cuerpo no miente, menos
la razón, supe entonces que de lo inexplicable es el amor el que se
enseñorea con su vasta experiencia, a veces de un tajo, a veces en seña,
y me fui a casa con el viento soplándome la cara. No tuve más remedio
que abastecerme de una vieja revista y una blanda sonrisa para ese
quehacer diario que a todos aniquila o nos vuelve mariposas aladas,
o nos quita la vida con un desgarro mientras caminamos, y somos
ese fantasma insomne que crece bajo la luz incierta.
Me calmé tras varios años, la volví a encontrar con sus hijos crecidos
y su aroma inconfundible, me acerqué y vi sus ojos: No mentían. Ella
me quería a mí, yo seguía insistiéndole a mi mente porqué no la busqué
tras ese hola, después del adiós, bajo ese sol abrasador que nunca dejó
de cobijarnos cuando nos parábamos uno frente al otro. Y me dije a mí
mismo: ¡Así es el AMOR...!
Alguien me tocó la espalda. Era ella, me dio un largo beso, y cayó
de rodillas a mis pies. La quise levantar, y un frío estremecedor recorrió
su cuerpo y el mío. Estaba muerta, ¡sí!, ¡muerta...! Se murió llevándose
todo ese corazón que a pie juntillas caminó junto a ella, la llevé en mis brazos
a los brazos de su esposo, y en su tumba coloqué una rosa amarilla
y una flor de nácar, y caí con sueño, muchísimo sueño...y ahora debo
de estar ya junto a ella, pues no recuerdo nada después de tanta pena.
Tu nombre se escribió un día en que los dioses alejaronel presentimiento y la nostalgia. Se hizo raudo sonido,
como flecha veloz, tras las improntas que trae cada mañana.
Se volvió corazón del pueblo, y anidaron en sus letras túnicas
doradas. Tu nombre fue entregado a las montañas, y de ahí pasó
a ser ingenioso invento que desarma las batallas.
Tu nombre se hizo eco con la sola idea del refugio y sus misterios,
abordó lágrimas y sollozos pálidos, los convirtió en el vasto territorio
que ahora descansa tras los cielos. Así tu nombre se hizo milagro;
fuerzas escondidas dieron un sabor eterno a su señal cautiva;
tu nombre no tocó el fango, no tenía porqué mezclarse con odios
o rencores fraudulentos, o si la envidia perseguía su destino ya trazado.
Fue aclamado con aplausos, pero en ti, la sola mirada de los buenos
te hacía crecer y no beatificar honrosos privilegios, cálidas moradas
para verter tu suerte en sangre derramada.
Trofeos de cristal, de oro y plata virgen te ofrecieron para que callaras,
y te fueras opacando como el mundo en su rutina diaria. Y como eras
hija del sol y fiel sobrina del universo amancebado, se fueron alejando
bichos y artimañas, que al escuchar cómo llamaban a tu encuentro,
decidieron mudarse a otros cuerpos de otras almas ya vejadas.
Tu nombre es el nombre de los que ya partieron a un recuerdo inmenso,
tu nombre santifica, no puedes detenerlo. Es perdón para el que lucha
firme, y fiel señal para los que ansían una estrella. Detrás de sus repliegues
obra la conciencia, el fuego abrasador y una luz perpetua. Ese nombre
ha visto recorrer milagros cuando ya el hombre caía, de tanto y tanto
cansancio. Ese nombre nos pertenece, pero no es un regalo obsequioso,
es perla brillante para el que se funde en sus raíces, y también una oscura
celda con paredes siempre abiertas.
Ese nombre me ha conversado mientras dormía en las paredes
de mi pequeño cuarto; me ha dicho ¿qué esperas? y yo le he contado
de mis versos pasajeros, de mi prosa escindida, de cómo gente
tan podrida me ha hecho caer en estos días, de cómo he alumbrado
estos hijos temerarios de la más pura fantasía, y tras sus hombros
he descansado, más precisamente en sus espaldas. No me habrá
cambiado el rostro, pero ha desafiado mi lucidez en la agonía.Desde todos los flancos inconquistables, te sujeto a mí, te procuro
mi corazón para que te ciñas a mis impurezas, a ese bello sol
que amanece para los dos, como un himno a la famélica transparencia;
te procuro mis manos cubiertas de polvo, te someto a la calle olvidada
de los mendigos, donde tu amor es irremediablemente un tornado
o un huracán veleidoso, donde el mismísimo dios de los sueños
recuesta su cabeza insomne, y se duerme abrazado a tu pecho.
Así te conquisto, te voy labrando caminos, voy haciendo de ti
la dueña de los solsticios y las perlas del océano.
Así me apeteces, así te poseo, y dueño de tu alma, vuelco en ti
mi vuelo, la loca sonrisa que dejó el verano, o ese otoño marchito
disparando sus hojas entre nuestros costados más abiertos.
Deseo abrazarte con los brazos del mundo, entregarme a ti como
el amante des-prolijo y taciturno, volverme fiera o una lágrima al borde
de tu rostro, deteriorarme con los años a tu lado, y ser feliz
sin contar cuántas quimeras nos dijeron un hola y un adiós y jamás
hicimos caso, porque tú y yo hacemos sombra a todo lo que pasa,
a todo lo que arrastra, a todo lo que cambia. Y cada dios de cada
mundo, nos entrega su palabra, y con ello basta.
Somos tú y yo y la naturaleza canta. Y nos reímos de que vengan
a buscarnos tanto odio cuadriculado, tanta envidia puñalera,
la soberbia en mil pedazos, o ese vacío que traspasa indiferencia;
nos amamos más que a un simple beso cobijado en una carta,
y tras cada pausa, dividimos la nostalgia, y sumamos alabanzas.
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