De repente me cubrí de flores, ausculté la raíz de una rosa
y ésta me dijo: "No llores más amigo mío, prepararé un ramo
de mis mejores capullos y le darás la bienvenida a tu amada",
yo contesté algo tímido y poco confiado: "Quiero que sepa
que sólo de ella es mi corazón cautivo, mi sangre, su aliento,
mi vida, su eterno retorno", y sonrió la rosa, diciéndome:
"No te preocupes querido, el amor que tú tienes es sincero,
llámalo cuando veas anochecer en ti las pupilas de cansancio,
y él te dará las alas y un silencio infinito para recobrar tu alimento"
Volví entonces a la tierra, para regar a la rosa con un puñado
de agua y sed de poeta enfebrecido, le hablé de nuestra andanza
en aquel sueño o realidad desaforada, me dijo: "Espérame, ya vuelvo
contigo", y me dejó unos segundos apenas, mientras del rosal
que abrigaba mi huerto, se extendieron miles de rosas, todas ellas
sin espinas, cubiertas de aromas silvestres, y una fragancia de ámbar,
sándalo y madera fina, que por un momento perdí el conocimiento.
¿"Eres tú la prometida que me habló el Señor al oído"?
le pregunté con ese delirio que desató en mí el aturdimiento.
"No mi amigo, soy tu rosa crepuscular, tu verdad absoluta,
esa que escondes en el rincón más adormecido de tus gritos,
soy la que te espera cada día con un poco de agua y una sonrisa
fresca, pero quiero decirte algo: Se que sufres demasiado, y no
encuentras ese dulce beso que te absuelva entre duda y duda,
el convite de la tarde, el misterio de saberte enloquecido con sólo
mirarte en el espejo, y saber que tus ganas aumentan el mañana,
la noche inmaculada de saberte amado, aunque no respire
el día su lógica de tiempo y sus más enmascarados daños,
pero sé que necesitas una luz inmensa descendiendo hacia tus ojos,
perfilar la luz en perfecta calma, regar el rosal en ese instante, ojalá
que puedas con las miles que tienes ahora, descansar un poco, verte
puro como un recién nacido, y embestir de nuevo con braveza esta
verdad que sólo los valiente tienen, y que es tomar el mundo como
un día más sin que crezca el dinero en tu bolsillo, ni la sombra en tus
espaldas, sino un fragor de viento escalonado, para saber que eres
hijo de la divina providencia, y que vuelves firme a esa paz dónde sólo
descansan los ángeles y las fragancias que te dejé en ese huerto tuyo
acurrucado. Anda y ve, riega todo, con cuidado, te enseñaré a vigilar
tus días aciagos, y a sonreír cuando aparezca la tormenta"
"Ese amor tuyo vendrá con nuevos colores, detendrá tu sangre
al rojo vivo, encenderá el capullo del rosal, y me dirás bajito
a los oídos: Tenías razón, la vida no se obtiene en un sólo giro,
cuesta mucho advertir el beso dulcificador, pero vendrá y verás
que tu rosal se llena con millones de rosas, éstas sí con las espinas
para que le den forma entre los dos, como Dios quiere que sean."
Te Bendigo ahora, y te lleno de mis honras. Eres un Poeta que si
descansa, es sólo para reposar sus ataviados grises y esas mañanas
con agua cristalina de los riachuelos, así me devuelves la vida
y yo te preparo el oráculo eterno.
Déjame recostar mis manos en tus sueños,
así nos haremos una sola idea, un solo pensamiento.
Seremos lo que queramos ser, un hálito poderoso
frente a todo nudo, frente a toda imperfección malsana.
Déjame ser tuyo antes del preludio, como quien espera
la dulce cavidad de los secretos, asistir a tu mundo perfecto
cual mariposa a sus flores deshojadas del otoño, permanecer
en ti como el señuelo incansable de tu destino, atribulado
y majestuoso, como toda imagen omnipotente, bajo la suprema
pupila de tu luz, conmovida y serena en sus unísonos.
Déjame mirarte de vez en cuando, saber que revoloteas
cuando todo parece cuadricularse o ser un estruendoso balbuceo.
Déjame cubrirte con la providencia de los siglos, hacerte un poema
de amor o ingresar para siempre en tus abismos. Pero déjame
recordar que lo tuyo es un color azul para mis besos, ser un sereno
amante adormecido y nada congruente con el mundo.
No sé de dónde vengo, debe ser la intuición perdida.
¡No sé porqué la sombra ha caído como escarcha sobre
esta piel cosmopolita!
Estoy muriéndome de a ratos, sin apego a mis deseos.
Estoy sabiendo que el corazón es un coloso del conocimiento
entero, que alumbra las penas, que resuena sus bríos,
que besa profundamente las almas aun en estado vegetativo.
No sé a dónde pertenezco, debe ser la frustración por el terruño.
¡No sé porqué después de tanto pensar en la agonía, me viene
una sonrisa de medio lado para abajo!
Estoy amando la mortaja y el postrero adiós de la diatriba,
con poco menos que un rezo o una pérfida sonrisa.
Estoy sabiendo que el corazón decae, que los años amanecen
tibios, que mi madre ofrenda su grandeza al trencillar cariño.
Estoy gritando desde una lejanía donde hasta el amor cuesta
un plato de comida o un mirar de abajo hacia arriba.
No sé porqué razón me duele tanto la apariencia,
o será que crece sin medida ese afán de ser yo
y no ser nadie, la inquietud de verme salvo o enterrado
para siempre, o vivir con una astilla tan metida en esta carne.
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