que conduce al sentimiento
de rozarte con mi aliento,
cuando despierto y regreso a tu mañana
dispuesto a rescatarte de mi sueño.
Oculto;
te busco en el rocío
que escribe de tu abrazo en mi ventana,
con lagrimas de aurora y risas de lavanda.
Huele a epílogo tu cuerpo efímero,
sembrado entre linos y pespuntes;
entre encajes y parajes;
en el barranco sutil de la almohada.
Nada avanza,
ni siquiera la danza lenta de tu latido
sobre tu pecho insolente, altivo.
Nada parece vivo cuando tu sexo amanece;
cuando el destello del alba
se inscribe en tu cabello de raso y calma;
cuando el velo te desnuda y tu labio escancia
y en la distancia te miro,
dormida en la elegancia fugaz de esa sonrisa
que apenas te delata.
Todo es magia tras la lucha;
todo es humo y a lo lejos,
aun se escuchan tus galopes desbocados;
tus gemidos desmedidos
y esa lluvia de sentidos empapados,
inconscientes,
indecentemente unidos a mis dientes de pecado
y tu cuello adolorido.
Es temprano
y ya hace tiempo que he nacido de tus manos
y ahora,
cuando las horas nos quieren;
me he sentado a verte ausente,
dormida;
escrita en mi pupila para siempre.
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