de tus ojos de estrellas;
prolijo de sabores y temores,
he vuelto a tus preguntas.
Hijo de tus dudas me has parido
en el sentido fugaz de la palabra miedo,
porque quiero donde nunca te han querido
y te he arrancado gritos y deseos,
allá, donde los dedos te han escrito febril y caprichosa;
donde tu rosa quiso.
Se ha quedado entre mis poros
el recibo de tu paso incandescente;
tu diferente risa
y esta prisa que me mata lentamente;
que te escribe y te borra
y te corrige.
Son de nuevo mis otoños
los que exigen y abanderan;
los que apresan y liberan
y se atreven a retarte, cuerpo a cuerpo,
tierra a tierra.
Hijo de la espera,
he vuelto a reclamarte presa de mi prisa;
compañera de mi risa y mi lamento;
porque el viento arrecia y las alas duelen
y he sido ausencia demasiado tiempo.
Te has quedado escrita en mis paredes de incienso
y en tu aroma de lujuria,
me he hecho juego de entregas y renuncias;
de distancias y de sueños.
Me he quedado pequeño en el intento
y sin embargo,
he vuelto en los fardos despojados de tu piel de luna;
aquí, donde ninguna de mis lenguas te supuso;
aquí, donde mi iluso pensamiento te dispuso mía
y el juicio final, me sorprendió en tu aliento.
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