Me trajo anhelos de la noche
el broche terciopelo de tu caricia,
y en la avaricia de sentir de nuevo
tu abrazo,
nos sorprendió la luz desnudos de cadenas
y, pausadamente nos amamos.
Color de madrugada…
Tus dedos dibujaron las palabras
en los renglones torcidos de mi espalda,
y quedó escrito el poema
en mi gemido,
y erguidos en el aire volaron los caudales
de tu risa,
y nos llevó la brisa a los maizales
de tu pelo de otoño,
y entre besos de ceniza nos perdimos.
Color de mar…
Tu sal me quiso anoche como nunca,
y no recuerdo haberte conocido,
ni haberte dado la palabra desde entonces,
cuando tu encaje canela
no estaba entre mi ropa,
y mi boca enviudaba de tu boca
a golpes de llanto silenciosamente herido,
y ahora,
que has querido de nuevo que te escriba,
aquí me tienes tratando de vivirte,
entre pinceles de piel,
y caracolas.
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