quiero verte
y te llora la ausencia de mis manos,
cuando el presente te vuelve pasado
y el tiempo nos parte la voz,
en mil abrazos.
Inmensa la espera que te escribe
y la herida que te añora.
Intensa la parte de mi boca
que recuerda las horas de abrazarte.
El ansia de decirte
lo mucho que imagino
tu vientre de posada
y mi piel de peregrino,
tratando de arrancarte de este olvido
que nos ata y nos derriba.
Es posible,
que haya vida
más allá de la herida de perderte;
que tenerte sea razón
y desvarío.
Es el rio del deseo
que me arrastra a tu corriente
y mantiene maniatada la cordura.
Es la duda de anidar en tu silencio,
la que mata y resucita;
la que invita y desvanece;
la que florece y marchita
y me evita
y me llama.
Queda la alcoba que vela
y permanece;
queda que quieras y regreses;
que mueras en los linos que yo muero
cuando invento la caricia
y justifico la ausencia;
cuando reclamo paciencia al impulso
y al latido;
cuando despierto al intento
de crearte viva,
ahora que la tarde arde
y tu boca me derriba.
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