Llevo muchos años viviendo sobre la faz de la tierra 
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice... 
Y la luna es mi amada eterna... 
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
Si es así...Sigue mis pasos...En este mundo que ante ti se abre..

jueves, 17 de noviembre de 2016



Piérdome en la intensidad de tu mirar,
oscura como la noche,
y basta como el mar.

Piérdome en el ansia de tus dedos,
que buscan sin cesar
un nuevo conocimiento.

Piérdome, como Alicia,
en mitad de un laberinto,
buscando mi lugar,
mi sitio y mi destino.

Piérdome en la fuerza suave de tu voz,
que palia con tu timbre
el dolor del corazón.

Piérdome, piérdome para encontrarme,
y luego de un tiempo,
también para encontrarte.

Piérdome en la acuosidad de la burbuja,
que me hace camuflaje
de miedos y de brujas.

Piérdome entre sábanas y sueños,
en ilusiones perdidas
que vagan sin dueño.


Sólo pido cinco minutos más, sólo eso. Ni más ni menos que esos trescientos segundos más a tu lado, cinco minutos de amor, intenso, sincero, eterno...

Te contemplo, en silencio, con una profunda y completa devoción. Clavo mis pupilas, de color verde esperanza, en tu cuerpo, todavía desnudo y blanco como el mármol, y sonrío.

Te observo, cubriendo parcialmente tu desnudez. Pequeñas y apenas perceptibles gotitas de sudor surcan el valle de tu frente. Tu rostro parece aún más hermoso, si cabe, ante mis ojos de muchacha enamorada.

Imploro un poco más de tiempo para quedarme así, arremolinada contra tu pecho. Pareces tan frágil, que siento miedo de rodearte con mis brazos y hacerte daño de repente.

Te dedico una mirada cargada de infinita ternura. No puede ser pecado que dos personas se amen y se entreguen sin que el voto del sagrado matrimonio haga su entrada triunfal. No, algo tan bello no puede ser pecado; definitivamente, de eso estoy segura.

Tengo prisa, una vez más, pero me resisto ante la idea de marcharme, aunque sea tan sólo algo temporal. Ahora somos un único corazón que habita en dos cuerpos, pero te recuerdo que hace no demasiado, apenas unos minutos antes, también nuestros cuerpos se fundieron y fuimos un único ser, al fin.

Mi alma llora cada vez que debo partir, rumbo a mis obligaciones, de vuelta al hogar familiar… Por suerte, tu amor me acompaña. Ahora sé que no estoy sola, porque tú estás conmigo, vida mía, dándome las fuerzas necesarias para continuar hacia delante.

Quiero estirar más el tiempo, prolongar las horas, los minutos y los segundos, detener el tic tac de los relojes, hacer que el mundo se detenga, desviar el rumbo de los acontecimientos, con tal de tenerte, al menos, cinco minutos más conmigo.

Sueño, dormida y despierta, con que el ansiado momento de no tener que separarnos más llegue pronto. Ansío, con fervor inusitado, la llegada de ese dichoso y esperado evento, en el que no haya más prisas, ni despedidas, ni siquiera un “hasta luego”.

Confío en que, más antes que después, esas palabras queden relegadas a un vago recuerdo del ayer, como una especie de prueba de fuego o sacrificio ante lo que sentimos, como cuestionando nuestra impaciente paciencia.

Hasta que ese soñado momento llegue, no puedo evitar suplicar, al menos, cinco minutos más a tu lado, disfrutando de tu compañía, tus silencios y tus palabras, tus besos y tus abrazos, del amor que me brindas… En una palabra: disfrutando de TI.

Te miro a los ojos, una vez más, cuando dejas caer el peso de tu cuerpo sobre el colchón. Acaricio un mechón rebelde de tu cabello. Nerviosa y feliz, jugueteo con él, mientras tus manos rodean mi cintura, bajo el edredón, tapando nuestras perfectas formas desnudas.

Ahora eres tú quien me devuelve la mirada, cerca, muy cerca de mí; tanto, que puedo sentir tu respiración y escuchar cómo late tu corazón. Aunque no haga falta, te lo digo, pues quiero que lo sepas y no tengas ninguna duda: “TE QUIERO”.

No importa dónde, ni cómo, ni cuándo, siempre buscaré al menos cinco minutos para verte, para estar contigo y para hacerte partícipe de lo mucho que “TE AMO”, para que nunca lo olvides. Así es y así será, hasta el fin de los tiempos.

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