Llevo muchos años viviendo sobre la faz de la tierra 
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice... 
Y la luna es mi amada eterna... 
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
Si es así...Sigue mis pasos...En este mundo que ante ti se abre..

lunes, 20 de junio de 2016

Ya lo has ganado todo: Mi boca cerrada, mi llanto corriendo
por tus sábanas rotas, el silencio de los charcos donde crecí,
la palabra levantada por las mañanas que se alborota y se redime,
ese universo mío dibujándote en la rama más certera del verano,
esa sola idea acostumbrándote a los quejidos y a los retazos,
¿pero, qué puedo hacer?
Si de tu vientre nació el oscuro pasto de los arrabales,
la furia extrema con que los soldados arengaban la escopeta
con la bala en el punto fijo del rostro y su sonrisa,
la voz de los pueblos amainados por su miseria apocalíptica,
ese solo desdén que arrebata de tus ojos el ocaso inmiscuí-do,
la soledad a borbotones, crujiendo por tu piel, desarmando la coraza
del caído, del que habla y se enreda con su propio canto, del que vive
con la boca pintada de colores insinuantes, aclamando a los falsos
profetas, a la oración que cae y se vuelve ceniza o ciénaga
tras la liturgia del corazón, ese animalillo que tras latir en el pecho
como un reloj amordazado, se quiebra y se amontona sobre una ráfaga
de famélicas lluvias.

Ya lo haz ganado todo: Mis poemas escritos en tu espalda,
en la yema de tus dedos un verso milimétrico como una pestañada,
mi quebradiza suerte parapetada en tus armarios, el sabor amargo
de mis impurezas en cada fogoso encuentro tuyo, encaramada sobre
postes de luz, o bajo la banca de los parques, enclaustrada, siniestra
para los mortales que te adoramos con una locura más que ingenua,
desolada, sin más virtud que la provocación de ese cuerpo tuyo rodeado
de la mar en calma, cuando apenas cantan los jilgueros o se amontonan
mariposas en la puerta de mi casa.
¿Pero, que puedo hacer?
Si acaparas apenas unos segundos de mis madrugadas,
cuando escupo la diatriba y se descosen las bondades de mi alma,
cuando apenas me sumerjo en la apatía de mis años locos,
y loco de amor encapsulo tu imagen como una flor altísima
a la que nadie roza por su aroma infecundo, pero sí por su rareza
inmaculada.

A ti mujer, ángel caído de la más vetusta y ordinaria estirpe iluminada,
yo confieso que he pecado al amarte con una pala en mi mano blanda
y una orquídea en mi pecho doblado por tu nostalgia.

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