que me hice caminante de mañanas
y me asomé a tus ventanas de presente,
con la intención de hacerte cotidiana;
partitura de esta danza de locura
que te procura aurora en soledades
y te escribe en humedales, sin orden ni concierto.
Por hallar abierto
el sendero de tu calle de promesas;
me he dejado hacer de nervio y seda,
de galope y paso.
Te he vestido de raso en cada letra
y he llorado en las veletas de tu llanto.
Junto a tu puerta,
me he preñado de rocíos y tormentas
para esperarte abierta a la inconsciencia
y acusarte de mi canto y mi silencio.
Por sentirte,
he volado hacia tus piedras;
he trepado entre tus hiedras de ternura
y me he quemado en la espesura de tu hoguera;
he gozado la tortura de tu boca prematura
y el sabor de tu dulzura lejana,
inquieta;
borrada y escrita en la nada de esta vida
que dormido te reclama y despierto te aleja;
que te deja y te toma
y se estrella en los corales de tu boca
cuando las horas estallan
y las manos despiertan.
Por hacerte cierta,
perjuro y me consumo
y me dejo vivir;
a tumba abierta.
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