
Hoy te escribo a ti,
que desde el principio,
de los tiempos,
as embaucado,
con tu poder,
el corazón,
de los mortales.
Siempre sediento,
de sentimientos,
te aprovechas,
de almas puras,
las cuales,
dejas doloridas,
y sumidas,
en sus propios males.
Cuantas veces,
al que te dedica,
este poema,
lo dejaste solo,
y abandonado,
por su calle,
entrando y saliendo,
confundido con sigo mismo,
por alguno,
de sus portales.
No te guardo rencor,
mi querido amor,
porque tu vienes,
y vas,
como esas estrellas,
que vagan,
solas y perdidas,
en otros,
planos astrales.
Podrás aparecer,
disfrazado de bombones,
de licores,
de bellas flores,
de jardines dorados,
o de hermosas postales.
Pero necesitaré tiempo,
para asimilar,
el daño,
que me as hecho,
pues no dejaré,
que tus espinas,
de rosas rojas,
me pinchen,
cuando sueñe,
con el paraíso,
y sus extensos rosales.
Tu sabes,
que las palabras,
que aquí,
te dedico,
son parte,
de mi esencia,
y una ovación,
de sentimientos,
muy profundos,
y reales.
Podría vivir,
toda la eternidad,
por ti,
y concederte,
el honor,
de invocar- te,
recitando poemas,
en alguna,
de las mas bellas catedrales.
A todos,
los lectores,
y escritores,
les imploro,
que lean,
y escriban,
con amor,
pues con ello,
seremos inmortales.
Mejor será,
que te olvide,
y que siga perdido,
en los mares,
de mis pensamientos,
a ver,
si con un poco,
de suerte,
encuentro a una sirena,
que me quite,
las penas,
y tristezas
en mi propio arrecife,
de corales.

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