
recuerdo de un pasado noble;
alojaste a una hija tuya, una shahzadeh de tus cuentos de amor,
y a un hombre de tierras lejanas y exóticas,
un peregrino, al que tu mezquita enamoró;
ambos se reencontraron en tus calles y en ellas compartieron su andar; ambos, ignorantes de tu hechizo se dieron el uno al otro sin límites ni cesar; ambos, bendecidos por los dioses que en tus templos moran ya no pudieron sus almas volver a separar.

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