"¿Quien sabe si tu corazón ha de permitirme ser salvo y agradecido?
¿Quien me detiene ahora que ya no tengo la certeza de ser hombre?
Que solo soy un títere encabritado, un desasosiego que se amanece
con el grito sepultado en la víscera más purulenta,
que me detengo a contemplarte con el sudor de mis lágrimas,
de no saber cuándo duermo o si lo hago a pausas,
hacinado y vespertino como en una vorágine de incertidumbres,
imantado a tu destino, en tu cruel destino de cruces y violentas
perversiones que no has de detener sino en un clamor o ruego;
saber que de todo este recogimiento mío solo oscurezco
para adorarte en el más ansioso desliz de la noche,
y que si duermo a pausas es porque tienes mi nombre
congelado a tus pies y mi cabeza adormecida en tus hombros..."
"Vendrán las hipérboles, los símiles, las paradojas transformadas
en únicos profetas, en veleidosos y bravíos profetas,
hasta que la muerte ronde el miedo o lo circunde
con su fino cincel que no espera el mínimo detalle,
y demostrarnos que ser amantes fuera de nuestros propios recuerdos,
con la sangre violentada por el fuego y la tiranía de lo inaccesible,
es la desgracia perfecta materializada por la orfandad,
único y espinoso camino que nos distrae como a pájaros hambrientos
aterrizando en árboles quemados, deshechos por el aroma veleidoso
de los que nunca supieron morir como hombres, pues en vida amaron
como entregados a un bravío y ruidoso canto a la calumnia,
feroces de acometer insanos la mezquindad de cuatro paredes
bajo un techo sediento; pero amordazados por la fortaleza
de un pasional que lo destruye todo, todo lo celebra, todo lo ansía,
todo lo consagra, lo avizora todo, todo lo rescata, lo proclama todo,
lo insatisface todo, pero ama también todo, como a todos nos gusta
que nos amen..."
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