Las notas de nuestras almas tiemblan con la misma música.
Es bueno dar de uno mismo cuando te han pedido... pero es mejor dar... comprendiendo.
La eficacia de las satisfacción no es deseo, hay que admirar la vida con los ojos de Dios como si fuesen ventanas en el cielo, y ser felices aislados del aburrimiento que produce lo cotidiano. Esa costumbre que hace amar con la fría impersonalidad de la técnica.
Hay que sentir antes que alcanzar... conocer la necesidad de ser lentos en las caricias, de domesticar los deseos, de anhelar antes que obtener.
¿Dónde está el delirio?... ¿dónde la ceguera que nos produce el egoísmo?
Háblame que yo te escucho... te escucho porque te siento... escucho cada uno de tus pensamientos.
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