aquellos ojos que miraban el jardín
No lloraban sobre los alhelíes
sus lágrimas de agua salada
Ni sus manos pintaban de carmín
los negros labios de la mandrágora
Era su pedestal una ventana cerrada
con frío hierro y cristal de esmeril
Desde allí curioso todo lo miraba
Los bueyes que el campo araban
y la abuela que en el pozo aguaba
apoyada en el pretil
No estuvo el niño cuando se jugó
la partida de la suerte
Su destino se escribió
con cuidadosos renglones torcidos
Con la mano que los torcía
hurgando entre sus pañales
Por eso hoy no sabe ser valiente
Temía los fantasmas y la noche
e ignoraba los caminos del día
Será niño hasta su muerte
Un hombre que solo tiene
un corazón cobarde que no mira
mas del miedo mas inclemente
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