va claudicando la tarde
de sus celestes
De sus voces
de verde elocuente
Con esa renuencia
Esa pisada sigilosa
del que antes
quiere saber
donde está el límite
entre la certeza
de tus ojos
Y el insondable aullar
de las sombras
No me adentro
por sabidos parajes
de ensueño
Ni consulto al sauce
sobre la forma
de sus lágrimas
Ni me saturo de miel
en los panales
Ni pido el viento
que a tus pies se pare
No dejaré de acceder
al calvario
de mis noches
Para inmolarme
en este deseo esclavo
que a ti me ata
Como el amuleto
a la fe improbable
Que me desgarra
como la bandera
que yace derrotada
Nunca es tiempo
de implorar
a los dioses
por lo que imposible
sucede
Pero si de orar a la luna
ramera de horas tristes
Que gire su rostro
y con desleal caricia
de tu ausencia
desnude mi cobardía
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