La tercera guerra mundial se aproximaba,
pero daba igual.
Tú eras mi refugio antinuclear.
Las calaveras lloraban
sobre ojos secos
mientras violines de ceniza anunciaban
un final anticipado.
si tenías la atlántida en las pupilas,
¿por qué no me dejabas ahogarme allí?
tú me cosiste el tórax con cerillas,
para convertirme en humo de diciembre.
si hiciste repoblaciones en mi patria,
¿por qué no paliaron mi soledad?
si ya no existes,
¿por qué sigues estragulándome las venas?
Tú me miraste sin ojos.
Tú me tocaste sin manos.
Tú perdiste las huellas dactilares
por usarlas demasiado
y ahora nadie puede identificarte
y ni yo sé quién eres.
y encima, justo
cuando estaba dispuesta a ofrecerte un suspiro,
me pediste un pulmón.
tú,
tú fuiste
quien despiadadamente
me robó el horizonte.
Y ya me cansé,
de agonizar por enfermedades curables,
de morir de sed en mitad del océano,
de crecer por obligación mientras el silencio gritaba tu nombre.
Por eso, voy a descoserme los párpados.
Por eso, voy a salir de mí;
ninguna estrella polar puede guiarme
encerrada en esta puta caverna.
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