envuelto en la alegría de tu paisaje;
para culparme contigo de estar viva
y condenarme.
Me inventaré los cauces
por donde traerte escrita a mi medida
y disolverte salino, misterioso,
poderoso, frugal, divino;
airoso, donde los aires viven;
marino, donde la mar invoca.
Me dejaré la boca en tus rincones
para alzar mi casa en tus lomas de occidente
y dejar que tus rocas me pronuncien
al paso, al trote y al galope.
Me miraré en tus ojos de solsticio
y en el quicio de tu vientre me haré fuerte;
para morir contigo si es preciso
y evitarme el suplicio de perderte.
Quiero verte, amor, en la penumbra
y acabar con la angustia de esta espera;
porque te quiero entera, profunda,
furibunda y placentera;
porque ahoga la distancia y la noche avanza
y desespera.
Me dormiré en las cuestas de tu calle
hasta que el sol te escriba en mis mejillas
y tu mano de niña me vista y me desnude.
Allí, entre tus labios de nube,
enterraré las dudas y los llantos;
bajo los mantos templados
de tus piernas de luna y mis pechos de alabastro.
Mañana,
cuando mis pasos caminen con tus pasos.
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