Llevo muchos años viviendo sobre la faz de la tierra 
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice... 
Y la luna es mi amada eterna... 
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
Si es así...Sigue mis pasos...En este mundo que ante ti se abre..

miércoles, 25 de mayo de 2016


Alguna vez entra en mi mundo de exilio voluntario.
Alguna vez se acerca el tiempo suficiente,
me mira a través de la pantalla encendida,
y descubre un rostro en el que el tiempo deja arrugas a su paso.
La miro. La blancura ofrecida de su piel.
Desnuda me está mirando a través del cristal.
Desnuda me mira como lo hace el cielo y la tierra,
como lo hace el fuego y el viento,
y reproduce en sus labios la sonrisa de La Gioconda.
Estamos solos en las sombras. Estamos solos en el mundo.
Ella ilumina el susurro compartido.
Siento otra vez en mi pecho un redoble de latidos.
La miro. Quisiera congelar este instante.
Todo en ella es curva y arabesco.
Quisiera abocetar en versos, en poema, el paisaje marino de ese cuerpo.
Ese oleaje de senos, caderas, piernas y cabellos.
Esa promesa permanente de cielo e infierno.
Pero el oleaje, por bello que sea,
es siempre incandescente y fugaz,
como estatua desnuda tallada en humo.
¿Qué piensa de mí la imagen que me contempla?
El interrogante también es efímero.
Su voz resuena en mis oídos como reproche de Stradivarius,
como viento huracanado bajo una luna de cicatrices,
como látigo sibilino restallando en mi alma,
y vuelvo a sentirme el hombre más solo del mundo.
¡Qué extraña paradoja:
un muerto al que duelen sus nuevas heridas!

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